No se atropellan entre sí; cada uno marcha en línea. Se lanzan entre las flechas sin romper filas.” Joel 2:8 (NVI)
La batalla siempre atemoriza. El riesgo de morir o ser herido es extremadamente alto y las probabilidades de salir ileso muy bajas. Demasiada amenaza como para no preocuparse. No importa lo avanzado de las armas que se empleen o lo rudimentario de las espadas, siempre la batalla atemoriza. Y por lo general, el ejército que se sabe en inferioridad de condiciones tiene a los soldados más atemorizados.
La estrategia de lucha en la antigüedad era bastante simple. El ejército avanzaba en línea recta para adelante, con la orden de destrozar todo lo que tenga delante. Esa regla básica hacía al combate extremadamente violento y salvaje. No había tiempo para razonar o pensar. Cada soldado asesinaba a quien tuviera enfrente sin preguntar.
Un ejército ordenado avanzaba en línea. Y eso le garantizaba tener un mejor resultado. Había dos cosas que complicaban la victoria: el desorden y el retroceso. Soldados cobardes que en lugar de avanzar, retroceden, hacen tiempo, evitan entrar en combate o simplemente huyen. Por eso los cargos superiores se esforzaban en unificar el paso de la tropa y en empujar para que todos avancen en línea.
Esta profecía de Joel me hizo pensar lo lejos que estamos de ese ideal. Un ejército ordenado y sistemático que avanza en línea sin necesidad que lo empujen. Durante la primera guerra mundial, en la lucha de trincheras, relatan los libros que muchas veces los sargentos tuvieron que sacar a los soldados cobardes de las trincheras a punta de pistola, y que para avanzar a tomar la trinchera enemiga tuvieron que hacerlo empujándolos con una bayoneta.
Hoy muchos cristianos viven su vida cristiana de la misma manera. Hay que empujarlos para que avancen, parecen una carretilla que hay que llevar a cada reunión, que hay que empujar para que cumplan un pequeño ministerio, que hay que alentar y sostener para que estén en línea. Falta motivación, falta empuje, falta compromiso, falta decisión, falta voluntad. Hay que empujarlos para que hagan algo ¡ni que hablar de pedirles un pequeño esfuerzo! Solo mueven un dedo si no requiere sacrificio.
Jamás tendrán la actitud de lanzarse a las flechas, sin perder la línea. Se esconden, se quedan en sus casas, miran para otro lado y siguen siendo mediocres. Y tu , ¿de que lado estás?
REFLEXIÓN — ¿Avanzas o eres carretilla?
Un gran abrazo y bendiciones!
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